La Revolución de 1868 o La Gloriosa, también conocida como La Septembrina, fue un levantamiento revolucionario español que tuvo lugar en septiembre de 1868 y supuso el destronamiento de la reina Isabel II y el inicio del período denominadoÍndice
Contexto histórico
A mediados de los años 1860, el descontento contra el régimen monárquico de Isabel II en los ambientes populares, políticos y militares era patente. El moderantismo español, en el poder desde 1844, se encontraba en una fuerte crisis interna, y no había sabido resolver los problemas del país. Ya años antes, ciertos diputados progresistas encabezados por Pedro Calvo Asensio ya habían puesto las bases de una lucha política y mediática contra los gobernantes moderados, evitando pactar con ellos con tal de deslegitimar su poder. Además había una grave crisis económica (más acuciante aún después de las pérdidas en
la Guerra Hispano-Sudamericana) y por doquier proliferaban los pronunciamientos, como el que en 1866 lideró Juan Prim, y como la revuelta de los sargentos en San Gil. En el exilio, liberales y republicanos llegaban a acuerdos en Ostende (1866) y en Bruselas (1867) para promover aún más desórdenes que condujeran a un drástico cambio de gobierno, no ya para sustituir al presidente Narváez, sino con el objetivo último de derrocar a la misma Isabel II y expulsarla del trono español. La reina y el mismo régimen monárquico se habían convertido en foco de las críticas sobre los principales problemas del país. A la muerte de Leopoldo O'Donnell, en 1867, se produjo una importante migración de simpatizantes de
la Unión Liberal a las posiciones del frente que propugnaba el derrocamiento de Isabel II y el establecimiento de un gobierno más eficaz para España. Para septiembre de
1868, la suerte de la corona ya estaba echada. Las fuerzas navales con base en
Cádiz, al mando de
Juan Bautista Topete, se amotinaron contra el gobierno de Isabel II. El pronunciamiento ocurría en el mismo lugar donde se levantara en armas contra Fernando VII, el
general Riego cincuenta años antes.
El presidente
Ramón María Narváez abandona a la reina, al igual que su ministro en jefe
Luis González Bravo.
Narváez moriría aquel mismo año, ahondando la crisis en los sectores moderados. Los generales
Prim y
Serrano denunciaron al gobierno, y gran parte del ejército desertó, pasándose al bando de los generales revolucionarios a su regreso a España.
El movimiento iniciado en Andalucía pronto se extendió a otros lugares del país, sin que las tropas del gobierno hicieran frente seriamente a las de los pronunciados. El apoyo de
Barcelona y de toda la zona
mediterránea fue decisivo para el triunfo de la revolución. A pesar de la demostración de fuerza de la reina en
la Batalla de Alcolea, los lealistas de Pavía fueron derrotados por el general Serrano. Isabel se vio entonces abocada al exilio y cruzó la frontera de Francia.
A partir de este momento y durante seis años (
1868–
1874) se intentará crear en
España un sistema de gobierno
revolucionario, conocido como
Sexenio Democrático, hasta que el fracaso final lleve de nuevo al poder a los moderados
Búsqueda de un nuevo rey
Estallido de la revolución
Para septiembre de 1868, la suerte de la corona ya estaba echada. Las fuerzas navales con base en Cádiz, al mando de Juan Bautista Topete, se amotinaron contra el gobierno de Isabel II. El pronunciamiento ocurría en el mismo lugar donde se levantara en armas contra Fernando VII, el general Riego cincuenta años antes. La proclama de los generales sublevados en Cádiz el 19 de septiembre de 1868
Búsqueda de un nuevo rey
El espíritu revolucionario que había conseguido derrocar al gobierno de España carecía sin embargo de una dirección política clara. La coalición de liberales, moderados y republicanos se enfrentaba a la tarea de encontrar un mejor gobierno que sustituyera al de Isabel. El control del gobierno pasó en un primer momento a
Francisco Serrano, arquitecto de la anterior revolución contra el gobierno de
Espartero. Al principio las Cortes rechazaron el concepto de una república para España, y Serrano fue nombrado
regente mientras se buscaba un monarca adecuado para liderar el país. Mientras, se escribía una
constitución de corte liberal que finalmente era promulgada por las cortes en
1869; era la primera constitución que podía llamarse así desde
la Constitución de Cádiz de 1812.